Abogada argentina experta en derechos reproductivos: «Hablar sobre aborto logró la despenalización social»
Para Agustina Ramón, el debate sobre interrupción del embarazo en el Congreso trasandino fue el segundo «gran momento democrático» de la nación, después de la transición desde la dictadura. De visita en Chile, analiza el panorama nacional.
Por Consuelo Ferrer, para Emol
SANTIAGO.- La madrugada del 8 de agosto pasado, mientras el Senado argentino debatía el proyecto que podría permitir la interrupción legal del embarazo hasta la semana 14 en todo el país, la abogada Agustina Ramón estaba en la calle, frente al centenario edificio, rodeada de miles de mujeres vistiendo pañuelos verdes.
Ahí, dice, es cuando se dio cuenta. «Estábamos ahí y sabíamos que la ley no iba a salir, y algunas de nosotras, con un poco de soberbia o condescendientemente, estábamos preocupadas de las adolescentes que estaban allí. Nos decíamos: ‘¿Saben que no va a salir?'», recuerda hoy.
Las jóvenes, con las caras pintadas de brillantina verde, estaban ahí por primera vez, ilusionadas. A las mayores les preocupaba que fuera a ser la una desilusión demasiado grande. «Pero en un momento, en medio de la noche, se me hizo patente a mí que para ellas esto estaba más allá de la ley. Era, en parte, la ley, y era algo que capaz que para algunas había comenzado ahí, pero que no terminaba ese día con la ley», asegura.
Hoy es viernes y ha pasado casi un año de ese día. Ramón —abogada, profesora de Derecho e investigadora con un posgrado en derechos de las mujeres— está de visita en Chile para participar en un seminario de Corporación Miles sobre derechos sexuales y reproductivos con matronas. Ahí, cuenta, hablará sobre la experiencia argentina «y todo el proceso que fue ir construyendo legalidad con respecto a la interrupción del embarazo», explica.
«Más allá de todas las discusiones y opiniones que haya, el aborto es un evento en la vida reproductiva de las mujeres. Algunas vamos a tener abortos espontáneos —lo que se dice ‘perder un bebé’— y otras los tendrán inducidos, pero el aborto siempre ha sido un evento en la vida de las mujeres», expone.
Eso, dice, ha hecho que tanto Chile como Argentina se empiecen a plantear algunas preguntas. Ramón las enumera: «¿Qué va a hacer el derecho con esto? ¿Solamente lo va a mirar a través del paradigma de la criminalidad y con una mirada punitivista? ¿O vamos a tener respuestas de salud, humanas, de comprensión, de empatía, y de asumir que no siempre sabemos qué es lo que está pasando con las otras personas?».
«Esas me parecen preguntas muy necesarias para nuestra democracia», asegura.
El segundo «gran momento democrático»
El 25 de agosto pasado, dos semanas después de que en Argentina el Senado rechazara la ley, en Chile se realizaba una multitudinaria marcha por el aborto libre. Se dijo que le dio un «segundo aire» al movimiento feminista que había alcanzado su peak en mayo. En la manifestación, un grupo contrario afirmó en redes sociales haber rociado con sangre la Alameda, y en paralelo tres mujeres fueron apuñaladas.
Se trató de la primera concentración de esa magnitud bajo esa consigna. En términos comparativos, Argentina comenzó a demandarlo antes. «Venimos trabajando con las tres causales por lo menos hace 15 años», explica Ramón. «Pese a tenerlas desde 1921, empezamos a exigirlas y trabajarlas en la política de salud hace 15 años», precisa.
«Hay muchas diferencias entre ambos países, quizás porque somos dos comunidades distintas, pero también muchos patrones en común que hacen que la conversación pueda ser rica. Hay ciertos aprendizajes, y uno de esos es que la legalidad se construye: no empieza ni termina con la sanción de una ley. Sí, puede ser un gran episodio, pero no es el fin. Ahí no está determinado el alcance que va a tener ni la forma que va a adquirir».
—¿Y en Argentina, cómo se ha ido construyendo esa legalidad?
—En el inicio no las llamábamos causales. Cuando se empezó a trabajar más fuertemente, en 2005, se hablaba de las excepciones, o de «aborto no punible», que es interesante porque en el fondo seguimos mirándolo a través del paradigma de la criminalidad. Hoy lo llamamos Interrupción Legal del Embarazo (ILE). Eso no solamente es un cambio de nombre, sino que también está reflejando una forma distinta de cómo nos vemos, cómo trabajamos y cómo interactuamos.
—Pero al mismo tiempo hubo algunos análisis en Argentina que hablaban de que había sido un triunfo comenzar a decirle «aborto» al aborto.
—Hablar sobre aborto logró la despenalización social. Eso en Argentina se logró con esta discusión.
Entonces, Agustina Ramón cuenta una historia protagonizada por una de sus amigas, que estudió en un colegio católico. «Sus mejores amigas vienen del mismo colegio y el día en que la ley se votó en la Cámara, me contó que salió sola a la calle», relata.
La noche, recuerdan todas siempre, estaba helada. «Pero había una alegría y la espera era casi amorosa. Ella iba caminando y de frente, como si fuera una película, se encontró a una de sus mejores amigas. Se miraron, la amiga la abrazó y le dijo: ‘Por fin te puedo contar’. Le contó una experiencia de aborto que nunca se había animado a contarle a sus amigas más íntimas, y lo hizo en ese encuentro, en ese momento», relata, visiblemente emocionada.
«Ella me lo contó muy conmovida, y de esas historias hay miles», asegura. «Para mí, personalmente, este debate que se dio en el Congreso fue el segundo gran momento democrático de la Argentina. El primero fue durante la transición democrática, pero el segundo fue este, y no digo que no haya habido discusiones democráticas antes, pero la magnitud y la sensación de que estábamos teniendo una conversación pública así no se había dado antes».
La objeción de conciencia
—¿Y cómo ha sido la evolución del panorama de las tres causales allá?
—En Argentina, ya los médicos y profesionales de la salud tienen mucha menos incertidumbre sobre si en los diferentes casos la interrupción del embarazo es legal o no, y los que están teniendo que rendir cuentas, poco a poco, son los que niegan u obstaculizan, haciendo un abuso del poder.
—¿Mediante la objeción de conciencia?
—Pasa que una cosa muy válida es decir «yo no puedo hacer esto porque tengo una convicción moral profundísima y si hago esto me destruyo subjetivamente», pero después están las otras personas que usan la objeción para abusar, para obstruir o imponer su libertad de conciencia, sus creencias, sobre la otra persona. ¿Quién se creen? ¿Qué sentido de título sobre nosotras tienen? Esos son los casos en Argentina que ahora, poco a poco, estamos tratando de hacer que rindan cuentas.
—En vez de que rindan cuentas los que sí lo hicieron.
—Exactamente. Hoy no hay profesionales que estén sufriendo la hostilidad judicial por realizar interrupciones de embarazo, pero sí puede suceder que en lugares más conservadores esta gente tenga que tener un coraje especial, porque no faltan quienes los van a tratar de estigmatizar.
—En Chile pasó con el doctor que realizó el primer aborto, que salió en un reportaje y después recibió acoso cibernético.
—Conozco historias de profesionales de la salud que en la punta del mundo, en los lugares más recónditos, hacen esto, y se requiere una suerte de coraje moral, pero también de esa humildad de a veces poder aceptar no tener todo resuelto.
—¿En qué sentido?
—En el sentido de que quizás ese profesional tuvo una duda y dijo: «si hago esto, ¿qué me puede pasar?, ¿qué puedo sentir?», y sin embargo, en esa convicción con algo de ambigüedad, se dispuso a la acción. Eso me parece que es muy humano y es contrario a estas personas que se pretenden mejores, que pretenden cierta pureza moral que para mí es muy violenta.
—Es que se apela a un tema valórico.
—Porque la objeción de conciencia originalmente tenía la idea de proteger a minorías religiosas. En general, en un estado democrático, las leyes se hacen pensando en la mayoría y no en una cierta minoría. Por ejemplo: los sábados se trabaja, a pesar de que capaz que había una minoría religiosa para la que era absolutamente prohibitivo trabajar los sábados. Estaba prohibido llevar barba en la cárcel, y para algunas personas la barba es una forma de vivir su religiosidad. Era una objeción a cumplir con esos deberes, fue pensado así, pero hoy la objeción está siendo usada no por minorías.
—¿Dice que se tergiversó su objetivo inicial?
—Es que la objeción de conciencia tiene como justificación jurídica la libertad de conciencia, de culto… ¿Cómo puede ser que haya personas que estén promoviendo cláusulas de objeción súper fuertes, como las que hay acá en Chile, y que varios de ellos sean los que después van a salir a acosar, a violentar y a hostigar a las personas que no solamente cumplieron su deber profesional y legal, sino que además hicieron uso de su propia libertad de conciencia para hacer un aborto legal en un lugar como ése? Porque se requieren convicciones que no siempre son puras, que no necesariamente están todas resueltas.
La causal más cuestionada
Ramón hace memoria y vuelve a otro punto en la historia de la evolución del aborto en Argentina, a un punto que fue un hito. En 2012, la Corte Suprema resolvió un caso de aborto por violación y lo declaró admisible. «Además dijo que no hacía falta una denuncia policial, ni la intervención de un fiscal, sino que bastaba con una declaración jurada que afirmara que ese embarazo era resultado de violación», recuerda. «Era el primer fallo en la historia constitucional de la Corte, pero a nadie le importó eso. Hubo una suerte de espanto, estaban obsesionados los medios con esto de la declaración jurada, y en el fondo es porque están preocupados de que las mujeres ‘van a mentir’. Se está jugando mucho la idea de que las mujeres somos pícaras y mentirosas, vivas, que queremos trampear para salirnos con la nuestra», añade.
—Acá en Chile también se discutió ese argumento en el Congreso: que cómo se iba a comprobar que realmente se había tratado de una violación. Se dijo que muchas mujeres iban a fingir haber sido violadas para acceder a un aborto.
—Lo que está pasando es algo que pasa siempre: en un estado de derecho, se regula para la generalidad. A veces va a haber un caso de alguien que eventualmente se pueda colar, pero como en cualquier ámbito. Por ejemplo: una licencia por enfermedad. A veces se presenta alguna falsa, y nadie está proponiendo eliminarlas del derecho laboral.
—Aquí ha habido casos en los que los mismos organismos a los que se denuncia ponen en duda los testimonios de las mujeres que dicen haber sido abusadas. Pasó en Puerto Montt, que una carabinera dijo que llegó una mujer llorando a denunciar, pero que «no era un llanto de violación».
—La idea de qué es lo que tiene que ser o hacer una persona que pasa por determinada circunstancia es ridícula. Pensemos en otros ejemplos. Acá un tema que es importante y sensible para Chile son los sismos. ¿Cómo reaccionan las personas frente a la pérdida de cosas materiales? Hay gente que va a llorar, que se va angustiar, que se va a estresar, que le va a agarrar gastritis, que le van a dar palpitaciones, gente que se va a infartar y están los que van a decir: ‘Bueno, solamente fue algo material’. ¿Cómo es posible tratar de definir cómo es que responde una persona frente a determinado evento? A veces es bueno salir de algunas situaciones que están tan marcadas, llevarlas a otro ámbito y decir: ‘¿Por qué si allá no se exigen esos requisitos, acá sí?’
—¿Y cuál es su opinión con respecto a los casos excepcionales que sí se pudieran colar?
—Yo lo he conversado con mis colegas. Nos hemos puesto a pensar en estos casos que, si llegara a haber, son excepcionalísimos, y las personas con las que yo trabajo me dijeron: ‘¿La gente que dice eso atendió alguna vez a una víctima de violación?’. Pero hipotéticamente, si existiera un caso así, ¿no vamos a pensar en cuánta desesperación tiene que estar sintiendo esa mujer para ir, inventar y mentir sobre eso?
—En la discusión, quienes defienden el aborto han hecho mucho hincapié en la idea de que abortar «no es un deporte», y piden que justamente no se le conciba como algo que una mujer va a querer hacer por diversión.
—El año pasado en el debate en el Congreso pasaron cerca de 700 personas a hablar. Había estudiantes, expertos, políticas, abogadas, y creo que fue importante escuchar las voces de los profesionales de la salud que contaban cómo muchas pacientes les habían dado las gracias. ¿A qué voy? Nadie está diciendo que el aborto sea algo bueno, pero a veces es una forma para que algunas mujeres sientan que recuperan cierto poder sobre sus vidas, o que están pudiendo construir su libertad, o se sienten más dignas.
—El aborto como algo que no siempre se padece.
—Creo que también hay que hablar de eso. El aborto no solamente es algo que no es un deporte y muchas mujeres sí lo viven con angustia o ambivalencia, pero también hay otras que lo viven como un momento en el que están resignificando sus vidas. También son importantes esos testimonios.
El rol de médicos y matrones
Ramón trabaja directamente con los profesionales de la salud que realizan las interrupciones de embarazo o que las niegan. Por eso cree que es importante ahondar en la aproximación que ellos tienen con las mujeres. Es, en parte, el motivo que la trajo a Chile a trabajar directamente con las matronas en este seminario. «Imagínate que vos, embarazada, vas a un servicio de salud, muy angustiada por un padecimiento físico, o con un feto anencefálico, o porque fuiste violada por tu marido. Imagínate si ese médico que te recibe te enjuicia, o te dice que lo que estás haciendo está mal, o que él no lo haría. ¿Cómo te sentirías?», plantea.
—Usted debe conocer muchos ejemplos así.
—Sí, pero también lo contrario. Hay muchas historias de mujeres en Argentina que recibieron ayuda, ya sea de profesionales o de organizaciones de mujeres que acompañan a otras a abortar, y están los relatos de lo que significó para ellas ser bien tratadas. A veces dicen: ‘Me trataron mejor que cuando parí. Parí en otro lugar, donde me maltrataron. Ojalá, cuando tenga mi próximo hijo, me traten así’.
—¿Es un fenómeno común que hayan observado?
—Es algo muy interesante. Si piensas en los lugares donde en general se registra violencia obstétrica y se maltrata a las mujeres, suele coincidir con los lugares donde se niegan furibundamente las ILEs. Y si ves dónde hay más partos donde las mujeres son bien tratadas, en general es donde sí se hacen las ILEs. Es algo que va de la mano, porque tiene que ver con la empatía.
Y lo que dice Ramón es que no se trata de un rasgo exclusivo de este tipo de procedimientos. «Toda la discusión que se está teniendo sobre confidencialidad y secreto profesional con respecto a las ILEs, son discusiones que también hace falta tener en otras prácticas de la salud», asegura.
—¿Como cuáles?
—Hay gente que manda fotos de sus pacientes enfermos a grupos de WhatsApp. Yo le diría a los profesionales de la salud que no quieren nada con las ILEs que quizás escuchen un poco, porque estamos trayendo discusiones de bioética y ética profesional que le hacen falta al campo de la salud en general. Yo trabajo hace 12 años en esto y estoy segura de que en Argentina el consentimiento informado para personas con discapacidad intelectual se empezó a trabajar de la mano con el aborto.
—¿Es ponerse en los zapatos del otro?
—Claro, y hay temas que por la sensibilidad y reflexión constante que generan te permiten la apertura a otras discusiones que también estaban marginadas. Hay un aporte que va más allá de la práctica en sí misma o de la tecnología que trae asociada, que también es un avance: en Chile los embarazos retenidos y los abortos espontáneos se pueden tratar de mejor manera hoy que está en ejecución la Interrupción Voluntaria del Embarazo.
—En Chile se ha criticado que se pida aborto libre cuando las causales se consiguieron en 2017. Hay políticos que dicen que fue «un engaño» para seguir avanzando.
—¿Le puedes pedir a otra persona que se resigne? Yo no creo que sea justo. Puedo entender el malestar de algunas personas, pero tienen que aprender a lidiar con él, porque otras tuvieron que lidiar con el malestar de sacar una ley que no les gustaba, apostando a que el resto se iría construyendo de a poco. No deberían sentirlo como una traición, porque en realidad fue un gesto muy democrático de aceptar que la negociación llegaba hasta ahí, y que el resto había que seguir trabajándolo.
Un pañuelo «denso»
Hoy Argentina está en clima electoral: en octubre tendrán lugar las elecciones presidenciales, de diputados y senadores. «Es la campaña donde el aborto va a estar más presente», comenta Ramón. Hasta ahora, asegura, ningún candidato se ha arrogado la capacidad de aprobar o rechazar el aborto, que volvió a ingresar por octava vez como proyecto de ley al Congreso.
«En todas las coaliciones mayoritarias hay personas que se han declarado a favor de una ampliación del aborto, pero también quienes están en la posición contraria y quienes están indecisos. No hay una promesa partidaria de ninguno, pero es un nuevo litmus test —algo así como una prueba de fuego que se hace a un candidato—», cuenta.
El aborto, asegura Agustina Ramón, está reconfigurando el panorama. «Hay un candidato que dijo que su compañera de fórmula para ir a las legislativas tenía que ser ‘verde’, o no aceptaba. También hay personas que eran actores de la sociedad civil y eran ‘celestes’ y ahora están apareciendo como candidatos a legisladores. Es algo nuevo y hay que ver cómo se va a desenvolver, pero está la sensación de que es inevitable que el debate se vuelva a dar», explica.
—¿Se le va a exigir a los candidatos que transparenten su postura al respecto?
—Los periodistas ya lo están haciendo, y yo conozco a muchas personas que van a decidir su voto en base a eso.
—El «verde» parece haberse expandido desde Argentina al resto de Latinoamérica. Todos los países tienen su propia versión del pañuelo.
—Es que el pañuelo verde es denso y viene cargado de muchas cosas más allá de una ley, a pesar de que la ley obviamente es un anhelo. Es un anhelo que el derecho te diga que te va a respetar, que tu voz va a ser considerada y que no te va a obligar a continuar con un embarazo de manera forzada, pero es más que eso, y se conecta con la noción de que ya no nos vamos a quedar calladas, que no tenemos por qué seguir aguantando ciertas cosas. Es un momento muy importante.
—¿Y cuál es la raíz de esa interconexión?
—Todas nos conectamos con algo que deseábamos mucho. Como que en un momento el horizonte se despejó y miraste y viste que hay más como tú, y es más fácil sumarse cuando ya hay otras. Algunas se conectaron con malestares, otras con deseos: de cambio, de libertad, de igualdad, de ser tratadas mejor, pero siempre con algún deseo muy potente. Hay muchas ganas y malestares, y están todos juntos. Por eso es denso este pañuelo, y por eso creo que la conexión que tenemos hoy día en realidad se viene construyendo hace muchos años. Lo que pasa es que ahora está emergiendo, y se nota.