25/03/2018
Nadia Ferrari

Aborto. Cuatro especialistas ante la gran pregunta: cuándo empiezan la vida y la persona humanas

Por Laura Oliva, para La Nación

En un clima distendido pero no exento de pasión, Alberto Kornblihtt, Mariana Romero, Graciela Moya y Ernesto Beruti dialogaron desde distintas perspectivas sobre un tema que divide a la opinión pública y empieza a ser discutido en el Congreso

Por Laura Oliva por La Nación

 

¿Cuándo comienza la vida? ¿A partir de cuándo esa vida que comienza debe ser considerada una persona? ¿Y qué pesan más: los derechos de esa vida o los de la mujer que la alberga en su vientre? Tres preguntas que resultan esenciales para fijar una posición en favor o en contra de la despenalización del aborto.

A lo largo de las próximas semanas, más de 700 especialistas intentarán responderlas ante un plenario de comisiones de la Cámara de Diputados, que baraja ocho proyectos de ley sobre este tema, de cara a un posterior tratamiento en el recinto, en junio próximo.

La cuestión no es sencilla, ya que las posiciones en juego son antagónicas. Pero, dejando a un lado las convicciones personales, filosóficas o religiosas, ¿qué tiene para aportar al debate la evidencia concreta que puede recogerse en un laboratorio o en el pasillo de un hospital.

Con estas inquietudes, la nacion invitó a dialogar a Alberto Kornblihtt, investigador del Conicet y director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias; Graciela Moya, médica, especialista en genética médica; Ernesto Beruti, obstetra y jefe de Obstetricia del Hospital Austral, y Mariana Romero, médica, investigadora titular del Área Salud, Economía y Sociedad del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes) y cocoordinadora del Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva.

Los cuatro especialistas dialogaron durante casi dos horas, reflejando un detalle para nada menor, que también perciben quienes siguen el debate público de las últimas semanas: las coincidencias y las disidencias siempre son más constructivas cuando pueden darse en un marco de seriedad y respeto mutuo.

LN: ¿Cuándo empieza la vida para cada uno de ustedes?

Ernesto Beruti: El conocimiento científico actual permite afirmar con certeza que la vida humana comienza en el instante de la fertilización del óvulo por el espermatozoide. Al formarse el huevo o cigoto, que es la primera célula, ya está presente la información genética, distinta de la del padre y la madre. Yo estuve 18 años en un hospital público, en la Maternidad Sardá, y como médico obstetra he tenido la posibilidad de ver y atender a un montón de mujeres que han perdido espontáneamente su embarazo. Cuando llegaban con hemorragia a la guardia, con algún dolor y veíamos que, al revisarlas, perdían el embrión, ese embrión tenía todas las características de un ser humano.

Mariana Romero: El inicio de la vida humana no es un campo que esté absolutamente consensuado. ¿Por qué, entonces, estoy a favor de la despenalización del aborto? Porque pienso en lo que muchas mujeres atraviesan en estas situaciones y entiendo que, además, la ley hace una ponderación gradual del valor de la vida humana. Por eso la pena por un aborto ilegal es distinta de la de un asesinato.

Graciela Moya: No podemos escapar de nuestra biología. La vida humana empieza en el mismo momento de la fecundación. Ahí comienza una cascada de eventos biológicos, bioquímicos y moleculares que, a no ser que se frenen por una cuestión externa o por un proceso patológico propio del embrión, continúan en un proceso que mantiene la misma dinámica hasta la muerte natural. El otro punto es definir desde cuándo uno le va a dar un significado moral y desde cuándo lo va a respetar. Prestarse a una definición de persona según lo legal me parece erróneo. Eso cambia con el tiempo y con las culturas. La cuestión es filosófica: por qué elegimos proteger a algunas personas y no a otras. Si lo hacemos desde lo funcional, el día en que nosotros perdamos nuestras funciones mentales superiores, ¿vamos a dejar de ser personas?

Alberto Kornblihtt: Como no nos vamos a poner de acuerdo con el estatus del embrión, diré que la vida es la definición biológica de lo que es una célula viva. Una célula viva es una célula que cumple con dos funciones: metabolismo y replicación. Son las dos funciones esenciales de la vida. Los espermatozoides que un varón eyacula en la pileta están vivos. Los óvulos que caen cada vez que hay una menstruación están vivos. Si te amputan un brazo, sus células estarán vivas durante un tiempo. Voy a ser un poco duro: un embrión en el vientre de una madre se parece más a un órgano de la madre que a un ser independiente. El hecho de que la ley penalice el aborto con tres a cinco años de prisión como máximo delata que lo que está creciendo en el vientre de la madre no es lo mismo que una persona que es asesinada. No puedo decirte en dónde comienza la vida humana porque, para mí, el concepto de vida humana es una convención. Una convención de los médicos, de los juristas.

MR: Bueno, es una convención social también. Porque las leyes son convenciones. Son acuerdos que la sociedad hace para no ir a la guerra. Para no matarnos entre todos.

AK: Podemos diferir sobre el estatus del embrión. Lo que para mí está claro es que, así sea un humano en potencia o en crecimiento, un embrión no es lo mismo que un bebé.

EB: No estoy de acuerdo, porque la única variable es el tiempo.

AK: No. Es la dependencia de la madre.

EB: Dale tiempo a este embrión de ocho semanas, no le hagas nada, dejalo, y vas a ver cómo en el ciento por ciento de los casos, salvo que haya una patología, llegará a ser un bebé.

MR: Pensemos en esto que dijo el doctor: «Dejalo. Es una cuestión de tiempo». No es dejarlo. Es dejarlo adentro de una mujer que, durante nueve meses, va a actuar como una incubadora. Las mujeres no somos eso. No somos un recipiente para llevar adelante un embarazo. Nada de eso nos es inocuo.

EB: Pero es un ser vivo.

MR: Y las mujeres también.

EB: Obvio. Por eso mismo cuidemos a las dos. ¿Por qué priorizar a uno sobre otro?

AK: Entonces, ¿por qué no se castiga el aborto con penas más graves si ese ser vivo está indefenso?

EB: En el Código Penal el aborto está contemplado entre los delitos contra la vida.

GM: Es un consenso que se tomó en un momento.

AK: Según ese consenso, el embrión no es lo mismo que un ser humano.

GM: Nosotros teníamos una ley, por consenso, según la cual la esclavitud era buena. A lo que voy es que quizás en doscientos años se diga: «Mirá a estos que mataban a los fetos y a los embriones, qué desastre».

AK: Bueno, también hay sociedades en las que matan a las niñas recién nacidas porque quieren el varón. Por eso, pensando en la cantidad de mujeres que, por hacerse abortos en lugares inadecuados, tienen infecciones; en la cantidad de adolescentes que, por no abortar, tienen que llevar un embarazo a término y criar a un bebé cuando todavía son niñas o darlo en adopción en condiciones ilegales; en la cantidad de genetistas que hacen diagnóstico prenatal, detectan que el embrión va a nacer con una enfermedad no curable y se lavan las manos al no recomendar la interrupción del embarazo; en la cantidad de situaciones en las que se sabe que ese embrión va a nacer mal aún sin un diagnóstico genético, pedimos a aquellos que tienen convicciones filosóficas o religiosas respecto de lo que llaman comienzo de la vida humana que respeten a los que tenemos otras concepciones. Porque no hay un absoluto.

EB: ¿Sabés que pasa, Alberto? Lo que me pasó a mí toda la vida es que después de ver esto [muestra la foto de un embrión humano] no me puedo convencer de lo contrario. Yo ni siquiera tenía una idea formada sobre el aborto, pero cuando empecé la residencia.

AK: Eso es subjetivo. Ahí yo veo caracteres antropomórficos, pero no puedo imaginar que eso es una persona.

EB: Pero, mirá los dedos de la mano, los de los pies. Los ojos, la cabeza. Esto para mi confirma que es una persona, y no un embrión de pollo.

AK: No. Es un embrión de humano.

EB: Claro, pero esto para mí es fuerte. Es lo que viví toda mi vida.

AK: Pero ¿no te resultaría fuerte pensar que esos embriones humanos e incluso los fetos hasta el día del nacimiento no están comiendo por la boca y no están respirando por sus pulmones? Dependen totalmente de la placenta; hasta sus posibles infecciones son prevenidas por anticuerpos de la madre y, en el momento del parto, se produce un cambio brusco, casi dramático, del cual, por suerte, no tenemos memoria. El shock que debe significar para ese feto que nació y se convierte en bebé pasar a ventilar, porque la palabra correcta no es respirar sino ventilar, y pasar a alimentarse por su sistema digestivo. Es un cambio tan fundamental, tan brusco, que marca un antes y un después. Entonces, para mí no es lo mismo un bebé que este embrión.

LN: ¿Qué debería ofrecer el Estado para que disminuya la cantidad de embarazos no deseados?

EB: En la Argentina tenemos un montón de embarazos adolescentes porque falla una educación sexual integral, falla la prevención; tenemos muchas mujeres embarazadas en situación de extrema pobreza porque no hemos trabajado lo suficiente para darles a estas mujeres una atención de calidad tanto en materia educativa como sanitaria.

AK: ¿Cual sería la prevención? ¿Anticonceptivos?

EB: Sí, obvio que sí.

AK: ¿Ustedes están de acuerdo con el uso del preservativo?

GM: Con el uso del preservativo y con la planificación familiar.

EB: La religión católica todavía no permite la anticoncepción artificial, pero no se puede imponer a toda la sociedad la postura de la Iglesia.

AK: Sin embargo, la Iglesia tiene la misma posición respecto de la interrupción precoz del embarazo. ¿Ahí debe ser oída?

GM: La Iglesia también está en contra de la pena de muerte, tiene el Observatorio de la Deuda Social, está en contra de la pobreza, tiene una posición sobre muchos temas.

EB: Creo que hay alternativas para salvar las dos vidas. ¿Por qué tenemos que pensar que la única es el aborto? La solución exprés del aborto, rápida y efectiva, no es solución.

MR: El aborto ocurre igual. Y viene ocurriendo. Este país fue de los últimos países de América Latina en tener una ley de salud sexual y procreación responsable que nos permite poder ir a un hospital público, pedir un anticonceptivo y obtenerlo sin costo. Tenemos una ley de educación sexual integral, aunque se implementa con dificultades. Ahora, junto con eso, queremos ofrecer aborto legal y seguro. Es ofrecerle la posibilidad a una mujer que tomó la decisión de hacerlo de forma segura. Si tengo una ley que me ampara y dice que tengo derecho porque es un riesgo para la salud, y la salud es biopsicosocial, ¿por qué pedirle a una mujer que continúe un embarazo si no lo quiere?

AK: Mientras te escuchaba, yo pensaba: pero entonces es peor aún, porque parece ser que por estas concepciones de cuándo comienza la vida humana la mujer se convierte en una esclava de ese embrión.

MR: Exacto.

BK: Es una esclava del embrión y no tiene libertad para decidir sobre su propio cuerpo ante la pena social, cultural, religiosa. Además, le pesa la idea de que estaría cometiendo un asesinato. Eso es terrible. Muchos médicos tratan mal a estas mujeres, sobre todo si son de clases bajas y tienen piel oscura, como si fueran unas sucias por haber quedado embarazadas. Entonces, tienen que soportar ese embarazo, esa carga, por el pecado que cometieron. Y estamos en el siglo XXI…

GM: Por más que yo no aborte, también me pueden tratar mal por ser morocha, o por ser extranjera, o por hablar raro, o por tener una discapacidad, o por tener cualquier otro problema que no le parezca agradable al otro. Entonces, cuando hay un feto con una enfermedad, por ejemplo un síndrome de Down, hay mucha gente que no lo quiere tener. Hay países como Francia, donde el 95% de los fetos con síndrome de Down se abortan.

AK: Pero el Estado no obliga a abortar.

GM: Así es, ofrece la posibilidad, pero la cuestión es que no mira a las personas con dificultad como personas que necesitan más cuidado y más protección que otras. Entonces, si el médico maltrata a la morocha o a la mujer que es pobre, estaríamos teniendo esa misma postura cuando decimos que el feto con síndrome de Down no merece vivir.

MR: Los 500.000 abortos que estimamos una década atrás no son de mujeres que tienen un feto o un embrión con un problema genético. Son mujeres que atravesaron problemas en su vida. Son mujeres que dijeron: «No puedo. No puedo tenerlo y no quiero».

GM: No tienen la contención necesaria. La primer causa en las mujeres que buscan un aborto procurado es la coerción. La presión de los padres, de la pareja, el hecho de estar solas. Son todas cuestiones sociales.

AK: Sería bueno que se entienda que cuando hay un diagnóstico prenatal que dice que el bebé va a nacer con alguna discapacidad quizás no mortal nunca es el Estado o los médicos los que aconsejan compulsivamente el aborto.

EB: Bueno, pero ustedes saben que la ley que ahora se propone habla en su artículo primero de que la mujer tiene el derecho de optar libremente por el embarazo hasta las catorce semanas. Después dice que, pasado este plazo, la mujer tendrá derecho a la interrupción legal de su embarazo en tres situaciones: malformaciones fetales graves, en caso de violación y en caso de peligro para la salud o la vida de la madre, y este peligro para la salud puede ser físico, psíquico y social. Entonces, pregunto: ¿qué pasa con una mujer que está embarazada de treinta semanas, que se pelea con el marido y el marido se va con otra, desaparece, y de pronto ella dice: «Ah, me dejó mi marido, a este chico no lo voy a tener»?

MR: Este país está lleno de hogares monoparentales. Según el último censo, más del 30% de los hogares lo son, y muchos están sostenidos por una mujer que tiene hijos a cargo. Por favor, no pensemos que las mujeres tomamos tan livianamente esas decisiones.

EB: Como quieras, pero estaría en su derecho a hacerlo, porque la ley la ampararía.

MR: Hoy no es así. Hemos judicializado situaciones de adolescentes violadas con denuncia judicial hecha, donde no acceden a la interrupción legal del embarazo.

LN: Precisamente, iba a preguntarles si hoy se aplica el protocolo que autoriza el aborto en determinados casos.

MR: Se aplica relativamente. Diría que se aplica más de lo que se aplicaba antes, que no teníamos protocolo. Hoy vamos por el tercer protocolo nacional, y existen provinciales.

AK: Ahora, ¿es cierto que una mujer violada puede abortar legalmente?

MR: Absolutamente.

AK: Entonces yo les pregunto a ustedes [por Moya y Beruti], ¿qué tiene de particular esa vida humana por el hecho de provenir de una violación? No me refiero al pudor o al daño causado por la violación sobre la madre. Me refiero a la criatura en potencia.

GM: Hay dos víctimas en ese caso.

EB: ¿Qué culpa tiene ese bebe?

AK: Bueno, por eso. ¿Hay que matarlo, según ustedes?

GM: No, no estoy de acuerdo.

EB: Tampoco yo. Para nada.

AK: Es decir, que no solo no habría que votar la ley propuesta, sino además cambiar la que existe.

GM: Primero, habría que hacer lo posible para que esa mujer no sea violada.

EB: Yo te pregunto, ¿qué culpa tiene ese ser que se está gestando?

GM: Es que hay dos víctimas, insisto. En estos casos, además, no se guarda el ADN del feto y se sigue favoreciendo la violencia contra la mujer, porque tampoco se denuncia y se busca al violador, cuando sabemos que el 70% de las violaciones ocurren en el ámbito familiar. Entonces, a esa mujer uno le hace el aborto y la devuelve al mismo grupo. Y esta ley permite el aborto en niñas de 13 a 16 años sin necesidad de que vayan los padres. Puede ir cualquier allegado, un adulto responsable. El adulto responsable puede ser el mismo adulto que la está violando. De algún modo, la ley también habilita al violador a que la siga violando y la siga maltratando.

LN: Suponiendo que ese embarazo llegara a término, en muchos casos estaríamos ante madres que crían a hijos que no quisieron y ante hijos no queridos por sus madres. ¿Qué proponen en esos casos?

GM: Hay experiencias de mujeres violadas que siguen su embarazo y dan al niño en adopción. Hay toda una contención que genera resiliencia. Y de alguna manera, porque se les brinda también un tratamiento psicológico, eso las ayuda a hacer el duelo de la violación. Nosotros hablamos de aborto como si no tuviera ningún efecto emocional en la mujer. Pero en verdad genera un estrés postraumático, y eso tampoco está contemplado en la ley.

MR: Si la mujer pide acompañamieno psicológico de la trabajadora social o consejos sobre adopción, esas opciones están.

GM: Entonces ¿por qué la necesidad de otra ley si las opciones están?

MR: Porque hoy hay mujeres que, a pesar de que la ley no les permite interrumpir el embarazo de forma legal, lo hacen, poniendo en riesgo su salud, su vida.

EB: En mi caso, cuando alguien me convenza de que no es una vida humana, yo no tengo ningún problema en hacer abortos.

MR: Es que no te tenemos que convencer. Lo que queremos es que la ley abrigue, cubra y proteja a todos. Las decisiones van a ser siempre de índole personal. Quiero que las mujeres y la familias, o quienes las acompañan, puedan optar sin coerción. No la coerción para abortar, pero tampoco la coerción para seguir un embarazo.

EB: [a Romero] ¿Y qué pensás de la adopción?

MR: Es una alternativa válida. Hoy, desafortunadamente, muy compleja en la Argentina. Pero no creo que sea la única. Por eso quiero que la sociedad nos dé opciones. Somos individuos responsables. Confiemos un poco más en las decisiones que tomamos.

BK: Quedarnos en la discusión de si un embrión es vida humana o no es cosa del pasado. Miremos hacia el futuro. Y la Argentina, afortunadamente, está preparada. Lo mejor que podemos hacer los que entendemos un poco de biología y medicina es no generar tabúes, para que se conozcan todas las posiciones.

 

A favor o en contra, la experiencia reafirmó las propias certidumbres

A lo largo del diálogo fue quedando en evidencia la firme convicción con la que cada uno de los especialistas sostiene sus argumentos. Por eso, hacia el final de la charla llegó el turno de preguntas de índole más personal, a fin de conocer cómo cada cual había ido construyendo esas certezas.

LN: Cada uno de ustedes tiene una larga trayectoria profesional. ¿Siempre sostuvieron la posición que hoy tienen sobre el aborto o fue variando? ¿Les generó algún tipo de problemas?

Alberto Kornblihtt: En mi caso no varió. Cuando yo era chico y veía a una mujer embarazada, por mi ética familiar, por un montón de razones, me daba cuenta de que lo que estaba dentro de ese vientre no era todavía un bebé, sino que era un embrión en gestación, un feto. Y por lo tanto yo, de chico, y quizás me puedan ver horrorosamente por esto, ya pensaba que no era tan terrible interrumpir el embarazo si lo comparaba con matar a una persona. Después, cuando estudié Biología, el conocimiento reafirmó una percepción que, no voy a desconocer, tiene que ver con mi educación, con el ateísmo, con una valoración de la vida. Estoy en contra de la pena de muerte, estoy en contra de las guerras, no quiero matar a nadie, pero estoy convencido de que la interrupción del embarazo no es un crimen. Sostener esto no me generó ningún problema porque creo que los que me conocen saben lo que pienso, saben que soy una persona que tiene un compromiso con los derechos humanos, que no reniego de mi pasado de izquierda, que no me reciclé. En fin, la gente sabe.

Graciela Moya: A medida que fui aumentando mi conocimiento científico y mi experiencia de vida como profesional y como persona, se me acrecentó mas la visión de la protección de la vida humana. No me parece que nosotros, como seres racionales, podamos decidir quién vive y quién no. Y sin duda es muchísimo lo que uno puede hacer para ayudar a las personas y mejorar sus circunstancias para que no tengan que llegar al drama del aborto: que una mujer pueda elegir quedar embarazada o no, darle las herramientas para que pueda elegirlo, pueda elegir criarlo o no criarlo y darle siempre la alternativa de la adopción. De hecho, yo tengo amigas íntimas que fueron dadas en adopción, tengo primos que fueron dados en adopción, que tienen hijos y quizá ninguno de ellos existiría si hubiese habido ley de aborto. En esta postura tuve una recepción enorme de gente que piensa igual o distinto que yo.

Mariana Romero: Quizá yo tengo una trayectoria similar, pero con una postura distinta. En el tiempo que hice práctica clínica me encontré desafortunadamente con varias mujeres que se murieron después a causa de un aborto inseguro. Y eso reforzó todavía más mi decisión personal y profesional de que yo iba a trabajar en esto. Con el tiempo pude ir acompañándome con otros profesionales y fuimos construyendo un corpus de evidencia que nos permitió seguir sosteniendo esto. Hoy celebro esta discusión que tuvimos porque es mucho más seria y mucho más respetuosa de lo que solía ser. Yo puedo pensar en episodios en donde me sentí mal. A veces había poca gente dispuesta a escuchar, entonces inmediatamente la reacción era de condena. Estar en un auditorio donde alguien se levanta y me grita «asesina»… La verdad es que eso es no conocerme nada. Por suerte me pasó pocas veces, pero me pasó. También este camino me gratificó muchísimo. Por eso el balance es positivo. Aun con todas esas situaciones que ocurrieron, inclusive con colegas, nada se compara con la situación actual, en donde por fin nos abrimos a un debate.

Ernesto Beruti: Yo siempre estuve en contra del aborto. Y después de todos los articulos que he leído, de las charlas que he tenido con personas de pensamientos distintos en los últimos días, estoy más en contra que antes. Ahora están en boga en Internet los artículos que revelan nombres de famosos que corrieron riesgo de ser abortados, empezando por el papa Juan Pablo II, por Steve Jobs, Cristiano Ronaldo, Andrea Bocelli o Celine Dion. ¿Qué sabemos lo que puede ser ese hijo? Después te dicen: «¿Para qué vamos a hacer nacer a estos chicos que van a ser siempre pobres y están condenados al fracaso?». Pero ¿qué sabemos? Yo creo que la mujer tiene la libertad de ejercer o no la maternidad, pero es allí cuando la adopción es una alternativa que hay que rescatar como acto de entrega, de amor. ¿Si tuve conflictos por esta posición? Bueno, aparecí hace dos semanas en Intratables y me dieron con un caño [risas], pero no importa. No quiero imponer mis ideas a nadie.